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ERICH HARTMANN: EL MAYOR AS DE TODOS LOS TIEMPOSErichHartmann

El campeón de todos los ases, con 352 victorias, sobrevivió a la guerra sin un rasguño, aunque fue derribado varias veces. Era un bicho raro, un guerrero nada militarista y se pasó prácticamente toda la guerra en los empleos inferiores. Esto le permitía concentrarse en los asuntos cotidianos del combate aéreo y la supervivencia sin involucrarse en los problemas del alto mando. Su carrera ha sido documentada con considerable detalle, lo que nos permite tener un retrato notablemente claro no solo de su táctica y métodos, sino también de cómo se concibieron.

Hay un hilo ininterrumpido desde los primeros años de Erich Hartmann. Fue afortunado en sus influencias formativas: su madre era una temprana aviadora que lo introdujo en el vuelo con planeadores a la edad de 14 años. Cuando a principios de 1942 aprendió a volar el BF 109, uno de sus instructores fue el as y antiguo campeón de acrobacia Erich Hohagen (55 victorias en total) que le animó a explorar las posibilidades de maniobra del avión. En octubre de 1942 se incorporó al 9/JG 52 y de nuevo tuvo suerte con sus jefes. El Kommodore Dietrich Hräbak (125 victorias en total) y su Kommodore Hubertus von Bonin (77 victorias en total) aplicaban la disciplina en el frente con cierta elasticidad, lo que también era favorable al nada prusiano Hartmann. Con un comandante más rígido, como Karl Borris (43 victorias en total) del II/JG 26 su carrera hubiera podido tomar un rumbo muy diferente.

También tuvo suerte con sus primeros jefes de sección. Edmund “Paule” Rossmann (93 victorias en total) fue un excelente mentor para el principiante. Incapaz de obligar a maniobras extremas a su Messerschmitt por tener un brazo herido, Rossmann se vio forzado a desarrollar tácticas de acecho. Consistían en mantenerse aparte para sopesar la situación y atacar sólo con la ventaja de la sorpresa para asegurarse un blanco que no maniobrase, abriendo fuego desde larga distancia. Esto exigía un alto grado de puntería que, por fortuna, Hartmann tenía.

Frecuentemente se describe a los ases de caza como impávidos. Nada más lejos de la verdad. En su primer encuentro con un avión enemigo Ernst Udet se quedó paralizado por el miedo y fue incapaz de combatir. Pese a ello llegó a ser el máximo tanteador superviviente de la Gran Guerra con 62 victorias. Lo mismo puede decirse de Hartmann. En su primera misión con Rossmann perdió a su guía, fue dominado por el pánico y terminó aterrizando con el tren plegado al terminársele el combustible, lejos de su base. Esta humillante experiencia le enseño a controlar el miedo.

Otros tres jefes de sección contribuyeron a formar las tácticas del as. De sobra es conocida la dificultad que había para derribar al tan protegido IL-2. Alfred Grislawski enseño a Hartmann a apuntar al enfriador de aceite. Esto no sólo exigia una puntería de primer orden, sino también disparar a corta distancia. La primera victoria de Hartmann el 9 de noviembre de 1942 fue un IL-2, pero tuvo que pagar un alto precio. Trozos desprendidos del avión ruso dañaron al suyo obligándole a un aterrizaje sobre la panza. Los otros dos fueron Hans Dammers (113 victorias en total) y Josef Zwernemann (126 victorias en total). Como Grislawski, le enseñaron a cerrar distancias antes de abrir fuego.

El 27 de febrero de 1943 Hartmann, volando como Kacmarek de los tres citados se apuntó su segunda victoria. Poco después aparecieron dos nuevos mentores: Günther Rall, que sustituyo a von Bonin como Kommandeur, y Walter Krupinski (197 victorias en total, 177 de ellas en el Este). Conocido generalmente como Graf (conde) “Punski” debido a su inclinación a vivir la vida en plenitud, Krupinski habría sido un personaje notable en cualquier fuerza aérea. En el aire era un pendenciero con la costumbre de meterse en situaciones imposibles a las que sobrevivía de alguna manera. Hartmann fue impulsado a ser su Kacmarek y bajo su influjo se animó a acercarse antes de abrir fuego. Fue Krupinski el que le impuso a Hartmann el apodo de “Bubi” (chico), que hizo fortuna.

Hacia finales de 1943 Hartmann había alcanzado 8 victorias y era Rottenführer (jefe de sacción). No tenía libertad para desarrollar sus propias ideas, que emergían como una amalgama de los ataques cuidadosamente meditados de Rossmann junto a “meter las narices en la cabina del enemigo” de los demás. Muchos años después de la guerra él mismo lo describía así:

Nunca me importó mucho el duelo aéreo. Jamás lo practiqué con los rusos. Mi táctica era la sorpresa. Ganar mucha altitud y si es posible, venir desde el sol. El noventa y nueve por ciento de mis ataques fueron por sorpresa. Si tenía éxito, me tomaba un respiro y contemplaba de nuevo la zona.

Encontrarlo (al enemigo) dependía simplemente de estar donde la acción se concentraba sobre el terreno y en la vigilancia visual. Las estaciones de tierra nos avisaban por radio de la posición del enemigo según el sistema de coordenadas de nuestras cartas, de manera que podíamos buscar en la dirección adecuada y escoger la mejor altitud para el ataque. Con el cielo cubierto, yo prefería el ataque a la máxima potencia desde abajo y el sol, porque se podía divisar al enemigo desde muy lejos contra el fondo blanco del cielo nublado. El piloto que ve antes al contrario tiene ya ganada la mitad de su victoria.

El segundo paso de mi táctica era el punto de la decisión. Esto es, se ve al enemigo y se decide si, o bien se le ataca inmediatamente, se espera a que mejore la situación o se maniobra para hacerla más favorable o no se ataca en absoluto. Por ejemplo, si hay que atacar al enemigo contra el sol, si lo mantiene a la vista el tiempo suficiente, si el enemigo vuela entre nubes dispersas, se lo mantiene a la vista el tiempo suficiente para cambiar la posición respecto al sol o sobre las nubes picando para capitalizar la altitud en velocidad.

Entonces, se ataca. Da igual atrapar al rezagado o al que está fuera de la formación. Lo que importa es destruir un avión enemigo. Hay que maniobrar aprisa y con agresividad y disparar desde cerca, tanto como sea posible para asegurar el blanco y ahorrar munición. Yo les decía a mis hombres: “No apretéis el gatillo hasta que el enemigo os llene el parabrisas”.

Por último, ruptura o retirada. Si se golpea y se rompe el contacto, piénsese en sobrevivir. Comprobar inmediatamente las seis y retirarse. Desalojar la zona de posibles atacantes o escoger un punto de reentrada para hacerlo de nuevo, si se tiene ventaja.